Desde la infancia nos preparan para el matrimonio. El ejemplo lo tenemos siempre delante de los ojos, nuestros padres. Sin embargo, cada uno de nosotros tiene su propia  fórmula de la felicidad y resulta que no todas las recomendaciones que se transmiten por herencia son verdaderamente útiles.

1. Los cónyuges no deben obligatoriamente dormir en la misma cama. Algunos roncan, resoplan, tienen problemas con el estómago… Estos detalles molestan mucho y pueden ser motivo de peleas.

2. En la cama se concluyen los armisticios más agradables. El lecho conyugal es el mejor lugar para arreglar los conflictos. Si te resulta difícil pedirle perdón a tu pareja, podrías expresar tus verdaderas emociones y sentimientos haciendo el amor.

3.  Pasar todo el tiempo juntos no es la mejor opción. No merece la pena disolverse el  uno en el otro olvidando todo lo demás. No hay nada malo para la pareja en tener diferentes aficiones y diferentes amigos.

4. Se permite mentir (en límites razonables, claro está). Siempre hay cosas que da vergüenza decir. Entonces ¿para qué contarlas sabiendo perfectamente cuál será la reacción del cónyuge?

5. Los hijos son lo más importante, pero no se debe olvidar nunca a la pareja. Procura buscar entre las prioridades de la vida el término medio, pues solamente una familia armoniosa es capaz de hacer felices a los hijos.

6. Es necesario intentar aclarar las cosas para solucionar los problemas. La irritación acumulada durante años  puede tener consecuencias impredecibles. No tengas miedo de hablar con tu pareja, incluso alzando la voz. Es realmente necesario expresar las emociones para conservar a la familia, sólo que ¡no te pases!

7. La familia es un concepto temporal. Para que el matrimonio dure años no creas en el amor eterno. El amor puede pasar, pero el afecto, la comprensión mutua, la confianza y la gratitud por los años felices vividos juntos se quedan para siempre.